En agosto de 2018 se produjo un gran incendio provocado por la caída de un rayo en la provincia de Valencia, afectando a más de 2.000 ha de monte, ocasionando una pérdida intrínseca del valor ecológico y económico del sistema forestal y la eliminación de la función protectora de la vegetación. La zona afectada por el incendio se encuentra en una región con alta recurrencia de lluvias torrenciales, precisamente en los meses en los que se produjo el incendio. De hecho, con posterioridad se registraron precipitaciones que se convirtieron en un riesgo importante de producir procesos de erosión y degradación de zonas vulnerables. Esto se agravó por las fuertes pendientes del terreno afectado que ponían en riesgo a la población debido a posibles inundaciones. Con la finalidad de combatir esta amenaza se encomendaron, por vía de urgencia, actuaciones a la empresa pública Tragsa. Estos trabajos incluyeron labores de estabilización de laderas y cauces para contener los arrastres, mejora de los accesos e infraestructuras y restauración de la vegetación. Esta actuación puede considerarse buena práctica porque permitió realizar un mantenimiento del terreno y amortiguó los daños producidos por el incendio, posibilitando la recuperación natural de una zona donde la vegetación desempeñaba un importante papel de control de la erosión y mejora de la biodiversidad, así como de barrera ante posibles inundaciones.