El negativo de una fotografía reproduce los claros y oscuros de manera contraria a como son: lo blanco aparece negro y viceversa. Una analogía parecida puede darse al observar los animales que habitan un determinado lugar porque, según cuáles sean y cómo se comporten, se pueden deducir las actividades humanas con las que conviven. Así, los rebaños de ovejas requieren de pastores y prados; y los aguiluchos, de cultivos de cereal para anidar. Esta es la idea que subyace tras la exposición La forma del viento, una colección de 70 óleos, acuarelas y dibujos de aves retratadas en su hábitat que repasa los 40 años que el artista y científico Juan Varela lleva pintando en la naturaleza, y que no dejan de ser trazos que esconden los indicios de las actividades antrópicas. El título de la muestra lo eligió él: “el viento no tiene forma, así que solo se reconoce en el movimiento de las cosas y en cómo se zarandean; y las aves lo utilizan para volar de una manera tan perfeccionada que parecen el negativo del viento”.
En un mundo cada vez más tecnológico, Varela, ganador del premio Fundación BBVA a la Conservación de la Biodiversidad en 2015, sigue apostando por cuaderno y lápiz, no solo porque era su pasión desde pequeño, sino por su aspecto pedagógico. “Un ilustrador acostumbrado puede colocar al animal en una posición concreta para que se le vean ciertas características, algo que es más difícil de conseguir con una instantánea”.
Una hembra de aguilucho y sus pollos están en su nido escondido entre las plantas de un campo de cereal, siempre bajo la amenaza de que las cosechadoras les arrollen. Adecuar la cosecha a períodos de no crianza de estas aves tiene la ventaja para el agricultor de que no esquilma una especie que mantiene a raya a las plagas de roedores e insectos.
Los cultivos ecológicos permiten la presencia de aves insectívoras. El mochuelo es un típico representante de la avifauna de los olivares.
Un pato cuchara y varias cercetas comunes sestean en el borde de la marisma. Las zonas húmedas están amenazadas por la contaminación, la destrucción de la vegetación de borde y las actividades recreativas, lo que impide el desarrollo del ciclo vital de muchas especies, tanto reproductoras como invernantes.
Un ratonero vuela hacia su dormidero en un árbol aislado. Los baldíos, las lindes y las cercas, lejos de ser elementos improductivos del paisaje, son factores de biodiversidad al proporcionar refugio y alimento a muchas especies animales y vegetales.
Un rebaño de ovejas marcha hacia sus pastizales de invierno generando una gran polvareda a su paso y levantando a las aves que frecuentan los márgenes de los caminos. La trashumancia, antes tan extendida, es hoy una práctica limitada por distintos motivos, entre ellos, la ocupación de las cañadas por construcciones ilegales.
Un ciervo aparece de entre la bruma y los matorrales de las marismas del Parque Nacional de Doñana.