El libro Campo cerrado, escrito por el autor hispano-mexicano Max Aub (1903-1972) desde su exilio forzoso en París, narra los preámbulos de la Guerra Civil española y comienza con una escena premonitoria: un toro embolado corre aterrado por el fuego de sus astas hasta caer muerto. El mismo título es el elegido por el Museo Reina Sofía para presentar una muestra del arte español en la década de los 40, entre 1939 –recién finalizada la contienda- y 1953. Una exposición que, según su comisaria, María Dolores Jiménez Blanco, pretende rebatir la idea mayoritaria de que la actividad cultural y artística era escasa e irrelevante durante los primeros años del franquismo, debido a que el miedo y el silencio imperaban en una sociedad acorralada y acosada –como el toro-.
La muestra refleja la fuerte apuesta del régimen por la pedagogía visual –en libros de texto, revistas, exposiciones internacionales…- para idealizar la nueva era y dar a conocer los esfuerzos por construir una España en la que la modernización de las zonas rurales juega un papel predominante. Por ello, el campo ocupa un lugar preferente, por el afán de fomentar un ideal rural que ocultaba la miseria y las exigencias que provocaba la autarquía. Estas imágenes, algunas oníricas, otras melancólicas, contrastan con las que retratan las dificultades de vivir en las urbes, el drama de los campos de refugiados en los países vecinos y las huidas masivas de emigrantes. Este último punto, y sus consecuencias en la expatriación de una parte de la cultura española, es otro aspecto relevante de la exposición que dedica un espacio a artistas en el exilio, o que trabajaban casi en secreto, como Picasso y Miró.
Es el autorretrato del joven Cirilo Martínez Novillo (1921-2008), un pintor de paisajes que permaneció en España durante la guerra y que fue detenido tras finalizar, por lo que tuvo que subsistir haciendo otros trabajos mientras que seguía pintando de manera autodidacta.
El fotógrafo Joaquín del Palacio (1905-1989), Kindel, retrató la realidad social de la mujer durante el franquismo, cuya conducta debía ser modelada por sus actividades en el campo y en la ciudad. Aquí las aprendices de cocina en una escuela de Aranjuez.
Julia Minguillón (1907-1965) obtuvo el primer premio de pintura de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1941, convirtiéndose en la primera mujer en conseguirlo. El régimen premiaba así la restauración del arte y la vuelta a temas clásicos, como esencia de lo típicamente español (aunque retrata un colectivo represaliado: el de los maestros).
Fotografía anónima. El régimen franquista asigna un papel tradicional a la mujer a través de la llamada Sección Femenina de la Falange, que ensalza el catolicismo y toma como ideal las figuras de Isabel la Católica y Santa Teresa de Jesús.
El fotógrafo Nicolás Muller (1913-2000), de origen húngaro pero afincado en España, tenía un compromiso: dar voz a los oprimidos, los hombres y mujeres de los pueblos de la España profunda, que, en muchos casos malvivían bajo regímenes feudales.
Godofredo Ortega Muñoz (1899-1982) fue un autodidacta pintor de paisajes que viajó por Europa en busca de los grandes maestros. Regresó a España en los primeros años de la posguerra y retrató la soledad del campo. Fue reconocido, nacional e internacionalmente, por su interpretación, conceptual y profunda, del paisaje español contemporáneo.