Hay una tremenda injusticia en una niña pequeña cargando litros de agua en la cabeza, con su pequeño cuerpo y sus piernas cortas, para calmar la sed de los hombres musculosos. Miro a esta chica y digo: ¿dónde está su hermano? ¿dónde está su padre? Esa niña no va a ir al colegio. ¿Por qué tiene que transportar agua en lugar de dedicarse a lo que hacen otros niños?”, se preguntaba Phumzile Mlambo-Ngcuka, directora ejecutiva de ONU Mujeres en la presentación del programa WEE/WASH para Liberia y Sierra Leona.
La vida de Phumzile Mlambo-Ng-cuka está entrelazada con la historia de su país: Sudáfrica. Nació en el pueblo de Clermont, en las afueras de Durban en 1955. Por aquel entonces, Clermont era el único lugar de la zona en las que los ciudadanos de piel negra podían comprar propiedades y construir sus casas. Aunque empezó su carrera como profesora, en 1994 fue miembro del primer parlamento democrático en Sudáfrica tras el apartheid, y en 2005 fue nombrada vicepresidenta de Sudáfrica por Thabo Mbeki, sucesor de Nelson Mandela. Fue la primera mujer en ocupar este cargo. Centrada en proyectos para combatir la pobreza, prestando especial atención a la situación de la mujer, en 2013 se convirtió en directora ejecutiva de ONU Mujeres.
Desde su sede en Nueva York, ONU Mujeres trabaja en este triángulo que forman el agua, la energía y la seguridad alimentaria, diferenciando los impactos en hombres y mujeres porque estas interactúan con los recursos hídricos de manera más directa y durante más tiempo. Aunque las mujeres rurales suponen la cuarta parte de la población mundial, cultivan gran parte de los alimentos, se encargan del cuidado de niños y enfermos, y contribuyen a las economías de sus países, las cifras no tienen piedad con ellas.
Phumzile Mlambo-Ngcuka, directora ejecutiva de ONU Mujeres.
Åsa Regnér, directora ejecutiva adjunta de ONU Mujeres.
Niñas acarreando agua en áfrica.
