¿Por qué no podía salir una persona o una familia a tomar el sol a la puerta de su casa cuando la siguiente vivienda habitada está a treinta metros? Mientras los grandes titulares de los medios de comunicación reflejaban continuamente los malestares de las personas que habitan en medios urbanos durante el confinamiento obligado por la pandemia por coronavirus, en el medio rural se hacían estas y otras muchas preguntas. Y todo en un entorno que realmente no paró; no pudo parar de producir alimentos porque los necesitábamos, precisamente, en esos medios urbanos.
“Nos pasamos gran parte de la cuarentena haciendo una primera siembra de tomate en invernadero que luego trasplantamos al campo. Son actividades esenciales para que ahora mismo, en pleno verano, tengamos esta hortaliza disponible en el mercado y se disfrute en las casas o los restaurantes”. Antonio Pizarro, agricultor de tomate y maíz en Miajadas (Cáceres), pone un ejemplo de lo que las organizaciones profesionales agrarias (OPA) no se cansaron de decir durante el tiempo que duró el confinamiento: “Hemos sido colectivos esenciales durante el estado de alarma. La realidad es que antes éramos igual de esenciales porque somos el primer eslabón de la cadena agroalimentaria que alimenta a toda la sociedad”. Este compromiso llevó también a las OPA, justo en un momento de movilizaciones en toda España para reivindicar que se reconociera y valorara como es debido ese servicio esencial, a parar todos los actos y protestas que se estaban celebrando.
La alcaldesa de Orea, Marta Corella, ha sido galardonada con el Premio Orgullo Rural 2020. (Foto: Joaquín Terán)